- Lo prometo.
Se de antemano que esto me va a consumir, como una llama inquieta corriendo feroz por una hoja de papel. Estoy tan expuesta y seducida. Mis manos me traicionan a la hora de colocarme el juguete en forma de huevo violeta que sostengo entre mis dedos.
- Introducelo...
La voz de mi amante es tan abrazadora, es mi guía, mi mentor. Con cautela penetro mis ríos, mas adentro donde brota la preciada miel. Muerdo mis labios, intentando aminorar mi sorpresa por la intrusión del grueso pero pequeño huevo. Ya esta... lo tengo muy bien acogido en mi, pero la sensación es mas placentera cuento aprieto el botón de vibrar.
- Ya lo tienes, amor?
- Si- respondo con dificultad, tragando saliva.
No sabia muy bien cuales eran mis limites. Pero mi maestro si. El conocía muy bien cuan lejos yo podía llegar. Sentada sobre la silla me deje llevar por sus palabras. Coloque las piernas a cada lado de la silla, de forma que mi sexo quedaba totalmente abierto. Según la vibración continuaba, la silla se mojaba aun mas de aquel color blanco transparente, abundante y espeso. Mis gemidos se hacían cada vez mas alto, mientras mi acompañante solo me hablaba nimiedades para seguir la platica. Pero joder que era muy difícil!
- No cierres tus ojos, concéntrate... tu puedes.
- No... puedo... mas.
- Si. Si puedes. Sigue, lo has prometido. No te puedes detener ahora.
Me costaba mucho sacrificio llevar la cuenta cuantos orgasmos había tenido. La verdad, en un momento llegue a pensar que el huevo se había adherido a mi cuerpo para siempre, absorbiendo toda mi alma. Solo con pasar levemente mi dedo entre mis pliegues me producía una tremenda corrida. Tan potente como un tsunami.
- Lo estas haciendo muy bien. Cuantos llevas?
- Ah? Yo... aahh... ocho.
- Muy bien, iremos a por mas.
- Mas?
- No digas nada.
Tócate el cabello... así... tócate los pezones, pellizcalos, aprieta tus pechos... muerde tus labios... pon tu espalda recta... mueve tus caderas... hazlo... hazlo para mi... muévete... eso es...
De nada me sirvió implorar piedad. Piedad para mi cuerpo, para mi atormentado y extasiado sexo que ardía en llamas. Para cuando pasaron los minutos tal vez horas, catorce orgasmos se habían cruzado por mi cuerpo. Estaba totalmente sudada, mojada, y hasta el suelo era testigo de los chorros que se secaban a paso lento. Tan solo con la liberación de mi amante, al saber que se había corrido junto a uno de mis orgasmos, pude terminar mi promesa. Saque el huevo con suma cautela y me deje caer atrás sobre la silla, exhausta, rendida y complacida.
- Descansa bien, amor. Mañana jugaremos de nuevo.
Miss A